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El viejo barrio montevideano

"Fue por allá, por fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta. Mi barrio, el Parque Rodó era, como casi todos los otros barrios montevideanos, tranquilo y familiar. Claro: nosotros teníamos la ventaja de contar con ese precioso parque, para acceder a él de día o de noche, para observar los cambios de sus eucaliptos en el invierno, en la primavera, en el verano y en el otoño. Para subir casi hasta la punta de sus pinos gigantes, trepando una a una por sus ramas gruesas y geométricamente perpendiculares al tronco. O para jugar al fútbol en alguno de sus canteros.
Para nuestros “picados” usábamos como cancha uno que iba desde la Avenida Gonzalo Ramírez hasta el comienzo del alambrado que bordeaba “El Retiro”, paralelo al fin curvo de la calle Lauro Müller y al comienzo de la calle Joaquín de Salterain. Era un cantero “en subida”, o “en bajada”, dependiendo, como siempre, del punto de vista del observador. Pero, en todo caso, tenía árboles dispuestos de tal manera que se formaban dos arcos casi iguales. Y el piso, dependiendo de la estación, tenía más o menos superficies verdes de grama, o menos o más superficies marrones, de tierra. O barro. La pelota podía ser de trapo o de goma. Nunca se llegó al lujo de jugar con una de cuero. Ninguno de los participantes era propietario de una."

Ariel Manzur (El Virola), Cuentos de un viejo.